lunes, 12 de octubre de 2009

El Alto Jarama

Este otoño resulta tranquilo, sin viento, sereno.
La gente de Guadalajara aún está durmiendo cuando dejamos la ciudad, cruzando el puente del Henares. Por la campiña a la sierra, atravesando rañas, Tamajón y sus navas y la permanente y descorchada carretera hasta la ermita de Los Enebrales. De inmediato, el escalón, que muestra el contacto entre calizas secundarias y cuarcitas terciarias. Pizarras y cuarcitas dominan todo el inmenso hueco geológico donde se sitúan las pedanías de Majaelrayo, Campillejo, Roblelacasa, Corralejo, Matallana y Colmenar de la Sierra, dependientes del municipio de Campillo de Ranas, del que destaca su torre cuadrada. El Ocejón con sus 2.048, altura símbolo de la provincia, gordo y señorial, domina toda la planicie
En “El Coño”, campa de Roblelacasa, nos apeamos y, mapas en la mano, cruzamos el desfiladero del Río Jaramilla, riachuelo encajado 250 mts. Si la bajada en “eses” es difícil, la subida, cruzando el arroyo por un puente seguro y reciente, con el sol de media mañana a la espalda, es peor. La “fila india” inicial se alarga y estira. A este angosto paso se le llama la Muralla China, quizás por el trazado de la carretera.
Haciendo trampa sobre la ruta marcada, salimos a una carretera, que suavemente nos lleva a Corralejo, donde unos domingueros se entretienen con perros, bicicletas y un balón de colores. La aldea tiene 15 habitantes, que viven de la ganadería. La manada de vacas, tumbadas, rumiando, nos mira de manera muy sería.
Una senda hacia Colmenar de la Sierra aprovecha la ladera sur de la Sierra de Ayllón, cruzando canchales, jarales, robles –alguno seco . Allá vamos.
Colmenar de la Sierra se fundó en 1278, tuvo la condición de villa y fue propiedad de “los Mendoza”, mandamases de la provincia en la Edad Moderna. Llegó a tener a principios del siglo XX 600 habitantes y muchos telares. Hoy tiene solo 10 habitantes y ya no es municipio. Una gran nave para el ganado, acompañada de muladar, convive con algunas casas acondicionadas y una iglesia, que espera una subvención para ser medianamente conservada.
La proximidad de las curvas de nivel del plano anuncia que hay que bajar y subir fuertes pendientes. Así es.
Cruzar el Jarama por un puente de dos vigas de acero usadas para la construcción divide a los caminantes entre valientes, que desafían el vacío y los “cagados” -dicen ellos-, que prefieren descalzarse y vadear el cauce, exponiéndose a un resfriado.Es un momento de bromas.
Es tan empinada la subida por la otra vertiente que, llegando a media ladera marcada por la ruta, aprovechando el cruce de un plegue en vertical, desde el que se puede ver una panorámica única, nos paramos a comer. Lo de siempre: relajo y bromas.
Ocho kms., ladeando cuesta abajo y atravesando un tupido pinar de repoblación, nos llevan a Matallana. Al fondo se ve la “muralla china”. Esta aldea tiene sus casos dispersas, sin paredes en común. Está en mal estado. Yo aprovecho para sacar unas fotografías antes de que se arruine totalmente. La historia reciente es muy curiosa. En los años setenta, como no vivía nadie, ICONA expropió el pueblo para destruirlo y reforestarlo después. Una asociación de antiguos y nostálgicos vecinos, asesorados por algunos arquitectos, impidió su demolición, pero, aprovechando el “impasse” un grupo de “hippies”, ahora “okupas”, decidieron instalarse. Pasando el tiempo, ni los conservacionistas hicieron obra alguna, ni las autoridades han desalojado a los ilegales ocupantes. Hoy, solo algunas casas se mantienen difícilmente en pie, porque sus ocupantes sin ningún interés arquitectónico, prefieren vivir de forma natural, eso sí en sus tejados hay placas solares, porque como buenos ecologistas deben utilizar las modernas tecnologías, siempre y cuando no contaminen. Un monumento a la chatarra puede ser considerado como signo de progreso o de regreso. El Puente de los Trillos, de tablas, que desafía 5 mts. de altura y que para algunos supone vértigo, nos lleva a una empinada cuesta, que una vez superada permite ver la torre de Roblelacasa, fin del trayecto. Una “vespa” oxidada al lado del camino, indica que alguna vez llegó el progreso.
Roblelacasa, que tiene 40 habitantes, intenta remozarse, acondicionando sus casas, manteniendo la estética de los llamados “pueblos de arquitectura negra”, siguiendo el consejo de la Diputación Provincial, porque, si no es así, no da subvenciones. Este estilo de arquitectura popular emplea como elemento constructivo principal la pizarra, compuesto mineral de tonos grises, violetas, azulados, pardos, plateados o negruzcos.
Buscando nuestro asiento en el autobús, al hacer el recuento, se oye:
-Falta Maricarmen, la del pelo teñido rubio, no la morena… ¿Alguien ha andado con ella…, con quien iba?
Maricarmen va a su bola en las marchas, se adelanta, se atrasa, se desvía. Ya en otra ocasión se perdió temporalmente.
Son las 18:00 horas y el sol cae. Los pesimistas llaman a sus familiares por teléfono y ya se preocupan por no tener donde dormir. Su teléfono no tiene cobertura.
Tras media hora de agobios, aparece. La bronca de Pepa, la organizadora, es contundente. Algunos aumentan la tensión creada, otros la suavizan.
Finalmente, acoplados en el asiento, después de 25 Kms. de marcha, el sueño se apodera de los ojos. El Ocejón, gordo y señorial nos despide, esperando la noche.

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